PENA DE MUERTE EXTRAJUDICIAL
Por Elías Neuman
Lo ocurrido en la prisión de Magdalena se reduce, en el tratamiento de múltiples medios de difusión, a una suma de anécdotas sobre la vida infrazoológica de la prisión, las posibles causas que generaron el llamado motín y las escasísimas defensas opuestas a la muerte. De modo paralelo se recogen algunas versiones sobre los hechos de los políticos de profesión en funciones gubernamentales. No se registra la mera y elemental condolencia a los familiares de los muertos por parte de autoridad alguna. Nadie explica el sentido de mano dura explícita que significa esta pena de muerte extrajudicial o que se trataba, en su gran mayoría, de presos sin condena o sea inocentes hasta que una sentencia firme dijera exactamente lo contrario.
La “operación limpieza” ya se ha producido como producto del “gatillo fácil” carcelario y subsiste la idea, abrumadora, cruel, pero dentro de cierta tradición luctuosa del país, que los muertos fueron “tirados” para desestabilizar a alguna campaña política en abstracto o a algún funcionario en concreto...
Los que murieron eran gente de abajo que son los que pueblan las cárceles (aun de los países centrales). En círculos áulicos se habla de la “selectividad del sistema penal”. Es un eufemismo avieso. Lo que ocurre es que la aplicación de la ley penal es, dicho en castellano, discriminatoria, de ahí que a la cárcel llegan los delincuentes pobres y fracasados. Los delincuentes económicos rompen la red de la justicia.
Los presos han dejado de interesar al sistema. Y el control social institucional se atasca y atiborra de detenidos y las comisarías amplían sus funciones -y desnaturalizan las propias- alojándolos en sus cubículos. Vivimos en tiempos del Estado-control social y es mejor cuanto más represivo aparece para solucionar los miedos del hombre medio.
A ello se suma la pena de muerte extrajudicial en las calles y en las cárceles. Y digo pena de muerte porque la aplican organismos formales del poder punitivo del Estado, policía y administración carcelaria, de modo deliberado e, incluso, mediante omisiones garrafales.
En la pasada época del capitalismo industrial interesaban los reclusos y su “readaptación social”. Se entendía que, ya en libertad condicional o definitiva, podían devenir útiles al sistema como operarios cual un eslabón de la cadena productiva. Readaptación era enseñanza de trabajo en las prisiones. Pero para el sistema neoliberal, que alienta al capitalismo financiero y de servicios, los recluidos han dejado de interesar. Ni sus vidas ni sus muertes. Además, ¿a qué enseñar trabajos en las cárceles si luego no se consiguen empleos en extramuros? Ser preso es dejar de ser persona humana, convertirse en categoría legal para el mundo de las estadísticas.
No debemos asombrarnos si los colchones que existen en casi todas las prisiones son de poliuretano y que ello ocurra en el país de la lana o del yute que es lo que se prescribe para las cárceles. El poliuretano quedó demostrado en el mal llamado “motín de los colchones”, en tiempos de la dictadura, de la cárcel de Villa Devoto (14 de marzo de 1978) en que murieron por asfixia y quemaduras 61 reclusos del pabellón 6, lanza, al tomar contacto con el fuego, un humo denso que llena rápidamente los pulmones. Al fin, estalla en bolas de fuego que se pega en las carnes de la población hacinada. Hubieron otros casos: el de la cárcel de Olmos en 1992 y en Formosa en la Comisaría del Menor... Y allí está el conmovedor ejemplo de lo ocurrido en la Disco Cromañón.
También en Magdalena hubo “ausencia del Estado” que permite penetrar en un lúgubre trasfondo: el neoliberalismo cumple su planificación mediante el paradigma de un Estado penal, autoritario, que está lanzado, dentro de las democracias formales, al control social de los de abajo, de los probables insumisos y rebeldes. Y, por cierto, de quienes han tomado por el atajo del delito o la protesta social. Por desgracia siempre habrá que esperar soluciones esquinadas y muertes de los sin chance.
El sistema no avanza hacia el pleno empleo pero elimina a aquellas personas que engendró.