martes, septiembre 19, 2006

DECLARACION UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS

(año 1948)

Artículo 4: Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre, la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas.

La esclavitud y la servidumbre son las dos formas más atroces de sometimiento y explotación del hombre por el hombre, que se suponen abolidas por la civilización. Sin embargo en pleno siglo XX, la Declaración Universal de los Derechos Humanos se vio en la necesidad de incluir su prohibición expresa, lo cual está vinculado a importantes supervivencias de dichas prácticas. Cuestiones sobre las cuales es importante reflexionar, también en el contexto actual.
La esclavitud, anterior históricamente a la servidumbre, no nació con el ser humano, ni existió en todas las comunidades primitivas. Su existencia se remite a la conquista de unos pueblos por otros, cuando los dominadores requerían mano de obra masiva para grandes obras o plantaciones. Las pirámides de Egipto y la muralla china son “maravillas” de la humanidad en las que dejaron su vida millones de seres humanos esclavizados.
Se ha explicado que el paso de la agricultura intensiva a la extensiva, con las subsecuentes dificultades para el control de los esclavos, determinó el cambio de ese modo de producción al modo feudal, con trabajadores sometidos a la servidumbre. El feudal presta una parcela al campesino, pero al mismo tiempo lo obliga a trabajar para sus intereses y a rendirle obediencia, lo cual abarca desde servicios personales, entregar los hijos al ejército del “Señor”, y otras humillaciones de una vida miserable.
En Europa, el desarrollo de la moderna industria capitalista en los siglos 18 y 19, rompió con el sistema feudal, dando lugar al nacimiento de una nueva forma de explotación. Nace la clase obrera moderna, libre para vender su fuerza de trabajo en el mercado, en un sistema considerado por los socialistas como de “esclavitud asalariada”. Sin embargo, las potencias europeas conservaron en esos años los sistemas de esclavitud y servidumbre en sus colonias de ultramar. Es la política “civilizatoria” que se extendió en la actual América Latina, sometiendo a la servidumbre a inmensas poblaciones originarias y a la esclavitud a los negros que arrancaban brutalmente de África. La inmensa riqueza acumulada en Europa se originó en esas formas de explotación, complementada con la extracción de nuestros recursos naturales.
La esclavitud y la servidumbre necesitaron de un justificativo ideológico, que los presentara como un hecho natural. Esa necesidad fue cubierta y sostenida por la Iglesia Católica, que no consideraba seres humanos a los negros e indígenas, y justificaba la conquista como una forma de ampliar y fortalecer el reino de Dios en la Tierra. Ya en pleno siglo 20 el nazismo, además de asesinar, esclavizó a millones de judíos, considerándolos de una raza inferior. El catolicismo, versión romana del cristianismo al servicio de la nobleza, y el racismo, conformaron la ideología que durante muchos siglos se utilizó para justificar la esclavitud y la servidumbre.
Hoy, en nuestra propia realidad, debemos señalar la supervivencia de las formas más atroces de la explotación. Lo constatamos especialmente en el sometimiento de niños, niñas y jóvenes provenientes de sectores marginados, al servicio del comercio sexual. El ser humano, que por sus extremas condiciones de pobreza se debe humillar ante los poderosos para sobrevivir, está sometido sin duda a una forma de servidumbre o esclavitud, y no alcanza a ser siquiera un trabajador asalariado con su dignidad y sus mínimos derechos garantizados.
Aunque parezca paradójico en el siglo 21, sigue vigente la necesidad de sostener la lucha contra la esclavitud y la servidumbre, y denunciar que el artículo 4 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos no se cumple en su totalidad.