BUSH: A MI NADIE ME AVISO
"I don't think anybody anticipated the breach of the levees"
08 Sep 2005
Autor: El Mango del Hacha
Por Miguel Espinaco
"... the breach of the levees". Esta frase de Bush podría traducirse en Santa Fe como "a mi nadie me avisó" , y allá también es mentira.
Los paralelos que pueden hacerse entre lo ocurrido en New Orleans y la inundación santafesina muestran cómo el sistema capitalista lleva a todas partes las mismas consecuencias: negocios para algunos e inundaciones - entre otras calamidades - para las mayorías. Si no estuviéramos en Santa Fe, es posible que tuviéramos que hablar de los avatares del precio internacional del petróleo y del esperado efecto sobre la ya pobre canasta familiar de la mayoría de los argentinos.
Pero ocurre que estamos en Santa Fe y aparecerán - inevitablemente - las comparaciones. Ya cierta senadora reutemista intentó hace algún tiempo, el despropósito de comparar el tsunami asiático con la inundación de Santa Fe. Ahora los paralelos resultarán aún más atractivos, de modo que seguramente el argumento reaparecerá en el debate.
Lo ocurrido en New Orleans, por cierto, ofrece muchos puntos de contacto con la inundación santafesina y ellos saldrán más claramente a la luz cuando las aguas bajen y la información deje de centrarse en las dolorosas imágenes y en la terrible situación de las víctimas, muchas de las cuales todavía sufren la evacuación y los inevitables traumas sicológicos.
Para lelos
Obviamente, los políticos y los medios de comunicación que le son funcionales, intentarán abonar con esto la teoría de la naturaleza culpable, de la naturaleza y su fiereza que provoca catástrofes que "ni el gran país del norte pudo detener". Dirán: ¿vieron? ni el mundo desarrollado pudo pararla, ensayarán los libretos de sus cuentos para lelos, de sus descabelladas teorías para sorprender incautos.
La cosa es, en realidad, totalmente al revés. Todos las similitudes que pueden encontrarse, más allá de las diferentes dimensiones de ambas ciudades y de ambos hechos, no hacen más que demostrar que es el sistema capitalista el que permite que esto ocurra, ese sistema que nuestros políticos locales llevaron hasta el paroxismo con el cuento de hacernos entrar al primer mundo antes, o con el más sofisticado paradigma del "capitalismo serio" de hoy en día, ocasionando - entre tantas otras catástrofes - la inundación de Santa Fe.
Ocurre que los recursos, el trabajo humano, los desarrollos de la tecnología, los avances en el control del hombre sobre la naturaleza, son utilizados a tontas y a locas con el objetivo de satisfacer el "interés privado" a expensas del interés público de los que padecen hambre, o de los que se mueren antes de tiempo por enfermedades controlables o en medio de terribles catástrofes evitables.
Pobres de raza
New Orleáns era ya antes del huracán Katrina el área urbana más pobre de Estados Unidos. Michael Moore, el conocido cineasta, ironizó diciendo que Bush "mantiene su rumbo, después de todo, no es su culpa que el 30% de New Orleans viva en la pobreza, o que decenas de miles de personas no tuvieran transporte para irse de la ciudad" cuando el pasado fin de semana se ordenó evacuarla por la proximidad del huracán. "Vamos ¡son negros!, quiero decir no es como si esto hubiese ocurrido en Kennebunkport" dijo Moore, refiriéndose al lugar donde los Bush tienen una residencia de verano junto al mar, que sin duda debe ser mucho más segura.
El problema racial, que no es menor particularmente en esa zona de los Estados Unidos, se suma y se mezcla con el problema de la pobreza, en ese tercer mundo ubicado al interior de la geografía norteamericana. El reverendo Jesse Jackson acusó al gobierno de Bush de no incluir a personas de raza negra entre los encargados de las tareas de rescate y recordó que en New Orleans al menos 120.000 personas "ganan menos de 8.000 dólares al año, son pobres y son negros".
Kanye West, el rapero de moda con millones de copias vendidas y ganador de varios Grammy, fue más contundente todavía: "a George W. Bush no le importan los negros", dijo en directo por la NBC - una de las principales cadenas de televisión de EE.UU. - durante un concierto de solidaridad con las víctimas, cambiando sin previo aviso el libreto que la televisora le había escrito para la ocasión.
Otra catástrofe anunciada
New Orleans es una ciudad con muchos barrios edificados bajo el nivel del mar. Un sistema de diques - que en teoría la protege de la entrada del agua - colapsó por los efectos del huracán Katrina, y el agua quedó entrampada en muchos barrios de la ciudad.
Remarquemos antes que nada, que lo más grave de lo que ha ocurrido no ha sido el huracán. Del mismo modo que en Santa Fe se quiso cargar la catástrofe en la cuenta de la crecida poco habitual del río Salado, en Estados Unidos las culpas se le endosan desde los titulares a Katrina, pero el problema fue que en los diques se abrieron brechas que no pudieron cerrarse y el agua quedó encerrada en la ciudad, dejando a barrios convertidos en lagos de seis metros de profundidad.
Más allá de la impresionante furia que mostró el huracán, no se trató de ninguna manera de un escenario que no fuera previsible.
Los expertos han venido advirtiendo repetidamente sobre el riesgo que corría New Orleans. Una nota del US News explica que "la potencial falla del sistema de 350 millas de diques había sido estudiada por años. La extensa red fue construida para mantener la inundación afuera, pero puede también encerrarla adentro cuando se produce una abertura o cuando el agua lo sobrepasa".
La situación era todavía peor por la pérdida de medio millón de hectáreas de los pantanos de la región en décadas recientes, que habrían servido como una barrera contra la oleada tormentosa. Los pantanos, que fueron alimentados por las inundaciones y el légamo del Río de Mississippi, fueron desecados por el sistema de diques en New Orleáns: "hemos privado de alimento literalmente nuestros pantanos hasta su muerte". El sistema de diques de New Orleans, que normalmente protege la ciudad de las aguas del Río de Mississippi y del Lago Pontchartrain sólo empeorará ahora el impacto, guardando aguas de inundación dentro de la ciudad, que no podrá ser evacuada en ninguna parte. El resultado será un lago de productos químicos tóxicos, de gas y escombros: "de este modo, nos encontramos ante una especie de tazón lleno del agua muy contaminada con un aire también contaminado fluyendo alrededor y muy pocos sitios seguros donde ir", dice Ivor Van Heerden, director del Louisiana State University Hurricane Center, citado en una nota de Greenpeace España, titulada justamente Desastre poco natural en New Orleans.
La Voz de Asturias, explica que en un informe publicado en el 2002 por el New Orleans Times Picayune, se predijo exactamente todo lo que ha pasado. En octubre del año pasado, el periodista Joel K. Bourne Jr publicó en la revista de la National Geografic una pormenorizada ficción acerca de la desaparición de la ciudad de New Orleans bajo las aguas, otro anticipo de lo que fatalmente ocurrió. Allí relataba que las lluvias levantarían el nivel del mar y que una pared de agua marrón arrasaría con New Orleans y describió cómo las precarias casas de los habitantes del pantano quedarían sepultadas bajo el lodo y cómo desaparecería la ciudad del jazz. El verano pasado - o sea ya hace un año - las autoridades estudiaron el impacto de un huracán grande en New Orleans y determinaron que un millón de personas podrían tener que ser evacuadas y que algunos refugios deberían funcionar hasta cien días.
Como se ve, New Orleans era también un lugar de catástrofes anunciadas y al igual que en Santa Fe, nadie tendría derecho a decir a mí nadie me avisó. Sin embargo George W. Bush también lo dijo: "no creo que nadie haya anticipado la brecha en los diques. Anticiparon una tormenta importante, pero los diques se rompieron y como resultado, gran parte de New Orleans está inundado" le soltó sin vacilar en una nota televisiva a la periodista Diane Sawyer.
Como si no hubiera estado claro.
Más allá de Bush
El efecto político de la situación creada por la inundación de New Orleans, aparece devastador para Bush. Maureen Dowd escribía el sábado en un editorial del New York Times que "cuando usted combina un gobierno limitado con un gobierno incompetente, suceden cosas fatales".
El mismo New York Times ya acusaba el jueves en un editorial a Bush de complacencia y de no haber estado a la altura de las circunstancias: "el país debe preguntarse por qué los diques en New Orleans eran tan inadecuados. ¿Por qué se permitió a los constructores destruir las marismas y las islas que actuaban como barrera ante huracanes? ¿Por qué el Congreso recortó el presupuesto dirigido a proteger zonas de las inundaciones?" decía, anunciando de ese modo nuevas tormentas, pero ahora políticas.
Críticas de este tenor en el diario neoyorquino casi hablan por sí solas y uno entonces, no se sorprende cuando se entera que el índice de popularidad de Bush es ya el más bajo de un presidente de EEUU desde la segunda guerra mundial, si uno omite la etapa de Richard Nixon durante el Watergate.
Pero hablar de Bush - del mismo modo que hablar de Reutemann en Santa Fe - no es suficiente, porque él es apenas la cabeza visible del sistema del capital. El mundo de los negocios, los mercados - como se estila llamarlos hoy -, la burguesía yanqui y mundial que vive bien en el sistema que sus ejércitos y sus armas nucleares sostienen más que nadie, la "opinión pública" que es cotidianamente convencida de que el capitalismo es la forma "natural" de organizar una sociedad, es el entramado que debiera ponerse en cuestión, porque esta vez sucedió nada menos que en la capital del capitalismo, en el país dueño de la pelota en el mundo de los negocios hecho a imagen y semejanza del dios dólar.
Según el Cuerpo de Ingenieros del Ejército, los diques podían resistir tormentas de categoría 3, de mediana fuerza en la escala del 1 al 5 y no estaban en condiciones de sobrellevar una tormenta de la magnitud de Katrina, pero la solución iba a esperar - prometían - hasta el 2006. Ahora ya será tarde.
"Tenemos la capacidad de proteger esta ciudad de tormentas de categoría 4 y 5 con 2.000 o 3.000 millones de dólares de inversión", le decía Al Naomi, un encargado de proyectos del Cuerpo de Ingenieros del Ejército a US News en junio, "no es ninguna ciencia, es concreto y acero".
En New Orleans, las autoridades capaces de evitar la inundación han sufrido sucesivos recortes presupuestarios en los años recientes y la Administración Federal de Dirección de Emergencias vio sus recursos desviados hacia la "guerra contra el terror" de la administración Bush. Muchos de los hombres de la Guardia Nacional que podrían haber intervenido rápidamente habían sido enviados a Irak.
El ex director de la FEMA - Agencia Federal de Inversiones - James Lee Witt testificó ante el Congreso en marzo del 2004: "estoy extremadamente preocupado porque la capacidad de nuestra nación para prepararse frente a los desastres y responder ante ellos ha quedado profundamente erosionada" por las decisiones de la Casa Blanca. Se refiere, obviamente a las restricciones presupuestarias.
Quizás la única diferencia sea que allí las autoridades avisaron y dieron la orden de evacuación, pero ese no es - claro - un dato que por comparación, beneficie a Reutemann y a sus amigos.
De cualquier modo, en New Orleans la orden de evacuación tampoco fue suficiente, no alcanzó - y el resultado fue que los sectores más pobres quedaron encerrados en la trampa - porque no se previeron los mecanismos de transporte suficientes para llevarla a cabo. El país más desarrollado del mundo capitalista, no los tuvo disponibles.
Con todo derecho, aludiendo a una eficaz metonimia, Moore le pregunta a Bush en una carta "¿dónde están los helicópteros, cuando miles de personas necesitan ser evacuadas de New Orleans? ¿Dónde diablos puede usted haber puesto todos nuestros helicópteros militares?".
La respuesta es - claro - Irak. Muchos helicópteros están en Irak y están allí puestos por Bush al servicio del capital, al servicio de los negocios de los banqueros y de los accionistas, igual que a su servicio estuvo el dinero que debiera haberse dedicado a evitar la catástrofe. Igual que a su servicio, claro, estuvo el dinero que hubiera hecho falta hace dos años para que Santa Fe no se inundara.
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