lunes, septiembre 05, 2005

MEMORIAS Y OLVIDOS DE LA GENTE DEL OESTE


MEMORIAS Y OLVIDOS

En abril de 2003, el río Salado inundó una tercera parte de la ciudad de Santa Fe. Las consecuencias por la falta de previsión y el abandono estatal las sufrieron más de 120 mil personas. En el marco del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, se llevó a cabo el proyecto Memoria Urgente. Un brazo que se desprende del mismo es el libro de fotografías "Memorias y Olvidos de la gente del oeste". Una reivindicación de la memoria y una construcción identitaria.
Autor: M. L.Fuente:Herejías

Tiempo estimado de lectura: 6'51''

Memorias y olvidos de la gente del oeste, es el nombre de un libro. Sí, eso es cierto, pero es otras cosas además. Es recuerdo, palabra, imagen, encuentro, comunión, identificación... es memoria. Dice Joël Candau que la memoria es “el único instrumento por el cual podemos unir dos ideas y dos palabras” y así poder sortear la inmediatez con el objetivo de la reconstrucción de los vínculos sociales estableciendo una alianza que permita pensar un tiempo futuro sin perder de vista el camino recorrido. No es poco denominar a un proyecto con palabras con tanta carga significativa como son Memoria Urgente. “Memoria es una palabra que ha sido muy vapuleada, si hay un discurso que busca que una parte de la realidad, de lo que pasó quede en el olvido, el contrarresto es la memoria. Hay un montón de formas de luchar y sostener la memoria, y una de las formas es exhibir lo que pasó. En ese sentido la fotografía es una gran aliada de la memoria, porque así como es una aliada de la memoria en el ámbito doméstico a través del álbum de fotos, es una aliada de la memoria social cuando muchas miradas se juntan, ese para mí es el motivo del trabajo”, cuenta Gabriela Redero, una de las integrantes del grupo de investigación que se conformó en el marco del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos. (MEDH)

LOS PROTAGONISTAS

Los meses de abril y mayo de 2003 fueron sombríos. La gente sentía la vacuidad del despojo. El desgarro de haber sido saqueados por una catástrofe natural acompañado de la violencia ejercida desde un gobierno inoperante y ausente. Los rostros marcados, las huellas visibles dela tristeza, el dolor, la muerte, la ausencia. Fueron veinte personas de los diferentes barrios afectados, las que abrieron las puertas de lo que alguna vez fueron sus casas y dejaron entrar hasta lo más profundo de su intimidad. La vida personal de cada entrevistado fue el telón de fondo y la identidad colectiva el libreto. “Lo que hicimos fue representar la identidad de cada barrio, porque eso es otra historia. Quisimos contextualizar este trabajo en la historia de cada sector de la ciudad tiene, porque esa identidad es la que fue vulnerada. El río llegó a los barrios de la zona oeste de la ciudad de Santa Fe de manera diferente, y no sólo llegó sino que provocó daños y reacciones diferentes en la gente que tienen que ver con la vida misma del barrio, no es lo mismo lo que pasó en el Centenario que en barrio Roma. Lo que quisimos es construir este relato con las distintas miradas de los distintos barrios. Nos parecía una forma de ir vinculando esta historia como una manera de oponernos a lo que pasa con la historia oficial, que es que te parcializa lo que te cuenta todo el tiempo. Nunca vincula con lo anterior ni con lo posterior”, sostiene Gabriela.Así, las instantáneas se suceden con las caras de Hernán, Marilyn, José Claudio, Juan Carlos, Gladis, Francisco, Romy, por nombrar algunos de los protagonistas. Títeres de goma espuma, la única foto salvada del agua, un marinerito, la cama que fue cobijo durante los meses con agua, el patio con plantas secas, los libros ultrajados, fueron algunos de los objetos que acompañan los rostros. “Eran momentos muy especiales los de las fotografías, porque nosotros preguntábamos en qué lugar de la casa elegían fotografiarse. Y en ese lugar, desde donde ellos empezaron a recuperar su vida, es donde eligieron fotografiarse”.Con el elemento de la imagen fotográfica y del relato oral la intención era tomar un retrato de las personas. “Entrábamos a las casas de la gente y le proponíamos hacer un retrato nuevo de su persona o de su familia en ese momento, como una forma de recuperación de la identidad personal. De esa identidad que se va construyendo todos los días, de esa memoria doméstica que uno va construyendo en su casa, con sus mínimas cosas cotidianas que es ahí donde más se sentía la vulnerabilidad después de que pasó la inundación”, relata Gabriela y añade “Lo que hicimos fue mantener un diálogo con la gente en ese escenario nuevo con el que se enfrentaban, aparecía entonces la tristeza pero sobre todo el abandono, una sensación que estaban encarando la reconstrucción no sólo de sus casas, sino de su propia identidad y de la identidad social del barrio. Todo esto haciéndolo desde la absoluta soledad, y sin que, de alguna manera, los que fueron responsables de lo que pasó estuvieran presentes en ese proceso”.

LA FOTOGRAFÍA COMO ELEMENTO

Cuando Adriana Falchini, que es una de las integrantes del grupo, se inunda en barrio Roma, los demás fueron a ayudar a sacar cosas embarradas, mojadas y destruidas de su casa. Luego se ponían al sol en el Parque Garay para que se sequen. “Cuando nosotros sacamos las fotos de Adriana, vimos que el agua había dejado una huella en el papel sensible de la fotografía que a nosotros nos parecía muy simbólica de lo que hizo el río con la vida de las personas. El agua había manchado las fotos y buscándole ya una mirada muy personal, había fotos que el agua no había tocado el rostro. Eran nuevas fotos, fotos trastocadas, violadas, vulneradas que mantenían su esencia y que daban cuenta de lo que estaba pasando”, recuerda.El recuerdo familiar, los micromundos domésticos, la convivencia en la cuadra, las igualdades y diferencias en el barrio, son pequeñas construcciones cotidianas de cada persona que contribuye al devenir social. Las fotografías tienen la virtud de poseer en si mismas un discurso potencial que no goza la palabra. Congelar una imagen significa detener el tiempo y recortar el espacio. El significante dispara miles de significados, de acuerdo a las vivencias personales. “Cuando nosotros encontramos una de las fotos, que es la foto tapa del libro, nos impresionamos mucho porque tiene una mancha roja que cubre una tercera parte de la foto y nos pareció muy simbólica. A partir de ahí decidimos que esto necesitaba una mirada diferente que no es sólo la de la crónica periodística, no sólo lo que pueden mostrar los medios y no sólo de la denuncia discursiva. Hay un mensaje que subyace, que está en las cosas, en los objetos, que es el que puede llegar a la gente por otra fibra de su sensibilidad y que no es la de la denuncia, aunque sí puede completarla. Es otra mirada que aporta a denunciar a contar lo que pasó pero desde una mirada que apunta a la intimidad”.

MIRAR MIRÁNDOSE

Para poner en práctica la memoria y desterrar las políticas del olvido, es imprescindible poder inquietar a la conciencia adormecida e interpelarla. Transformar los sentimientos en conceptos para poder iniciar un diálogo social reflexivo donde también se considere la autocrítica. Así es que este trabajo realizado por María Claret, Adriana Falchini. Edgardo Gómez, Jimena Lis González, Martín Morales, Gabriela Redero y Alan Valsangiácomo, fue presentado en diferentes lugares de la ciudad y también en Buenos Aires, Mendoza y Rosario, entre otras ciudades. “A personas que estaban afectadas, este material les producía una inmediata identificación y un sentimiento de conmoción, por un lado tristeza, pero por el otro lado, sentir que no estaban solos, no por el trabajo en sí, sino porque a muchas personas de su ciudad le había pasado lo mismo y le seguía pasando lo mismo. De alguna manera, les sirvió para recuperar un vínculo situacional, un vínculo nuevo a explorar que los unía a partir de una crisis, catástrofe. En los lugares donde no hubo inundación, donde no se sufrió en carne propia, pensábamos que se iba a producir ese diálogo social. Mucha gente se sentía involucrada, responsable de alguna manera por el estado de pasividad de tantos años. De alguna manera lo que uno busca es dar una cachetada, esto pasó acá y tenemos responsables. A veces se generó el diálogo social, otras no”, detalla Gabriela. Memorias y Olvidos es un trabajo con permanente movimiento, no es caduco, porque a partir del paso del tiempo se provocan distintas miradas desde distintos lugares. Como grano de maíz que se escurre entre los dedos, el tiempo pasa y hace de la tiranía su religión. Estos retratos de la gente parada sobre su propio dolor permiten congelar el tic tac incesante permitiendo hilar la totalidad contra la historia fragmentada que no construye sino que atonta. Los espejos permiten que nos miremos a nosotros mismos y al de al lado. Por impunidad, ineptitud, caradurez, ignorancia, falta de compromiso, desinterés; una tercera parte de la ciudad ha sufrido y sigue sufriendo la muerte, la enfermedad, la indiferencia; por no haber sido avisados a tiempo. Es necesario este tipo de trabajos porque “es necesario construir un discurso que contrarreste al oficial, un discurso basado en la autenticidad del testimonio, en mostrar en la evidencia de lo que pasó, en la visualización, en la visibilidad de lo que pasó. Lo que vivíamos eran permanentes conmociones con cada cosa con la que nos encontrábamos cada día, que es lo que le pasaba a todo el mundo, lo que pasa que uno lo que hace es tomar lo que tiene a mano y transformar esa sensación de conmoción en la plasmación de una mirada que puede ayudar a otros a verse”.