jueves, mayo 03, 2007

PRIMERO DE MAYO

Por Carlos del Frade (APE).-

Casi dos millones de chicas y chicos estadounidenses eran explotados en las tejedurías, puertos, fundiciones, hoteles, carnicerías, frigoríficos y calles de las principales ciudades del país del norte de América. Esa fue una de las principales razones de la huelga del primero de mayo de 1886, la existencia real y cotidiana de la niñez de Estados Unidos. En el pliego de condiciones también figuraban las ocho horas de trabajo, la necesidad del descanso dominical, jornal acorde a las actividades que se realizaban y leyes sociales de protección integral para todos. Dos días después de la huelga general, la represión policial en Chicago dejó decenas de muertos y dos centenas de heridos. Luego vino la persecución contra los ideólogos y la horca para ellos, el 11 de noviembre de 1887. Fueron los mártires de Chicago. Uno de ellos, Michael Schwab, encuadernador, sostuvo ante el juez: “No hay secreto alguno en nuestra propaganda. Anunciamos de palabra y por escrito una próxima revolución, un cambio en el sistema de producción de todos los países industriales del mundo... Todos los días se cometen asesinatos, los niños son sacrificados inhumanamente, las mujeres perecen a fuerza de trabajar y los hombres mueren lentamente consumidos por sus rudas faenas y no he visto jamás que las leyes castiguen esos crímenes”. Ciento veintiún años después de aquel primero de mayo, la mayoría de los trabajadores argentinos tienen jornadas laborales que están por encima de las diez horas, sus salarios no llegan ni a la mitad de la canasta familiar, más de la mitad de la fuerza laboral está en negro y casi tres millones y medio de niñas y niños son explotados sin ningún tipo de protección. Hay una necesidad histórica de reverdecer aquellas originales banderas de la clase trabajadora para que se conviertan en una palpable realidad de los que producen la riqueza en la Argentina. Y junto con la lucha por la conciencia habrá que celebrar las construcciones colectivas de miles de trabajadoras y trabajadores argentinos que han tomado empresas vaciadas por sus patrones y recuperadas por ellos; habrá que festejar la nueva camada de delegados gremiales menores de treinta años que gambetean la propaganda del sistema y que condena las prácticas sindicales; habrá que contar el por qué de cada una de las luchas que aparecen en toda la geografía del país en contra de los señores feudales que quieren perpetuar sus privilegios y que, de pronto, se topan con las miradas, los cuerpos y la dignidad de mujeres y hombres capaces de protagonizar el futuro desde la rebeldía y el compañerismo. El día internacional de los trabajadores, una vez más, será un día de lucha, conciencia y celebración de la clase que todos los días, más allá de las cifras oficiales, cantos de sirena estridentes y vacuos, son capaces de pelear por su libertad y en beneficio de un mundo distinto, donde palabras tales como solidaridad, justicia y dignidad tengan sentido. Porque serán ellos, los trabajadores, quienes parirán un lugar distinto, en donde las niñas y los niños se reencuentren con la dulzura de un alfajor de chocolate, la mano tibia de una maestra y la risa desatada y sin miedos en rondas catongas o partidos de fútbol que festejen la realización de aquel paraíso soñado por los hijos del pueblo. Sueños de trabajadores que fueron capaces de burlar todas y cada una de las represiones impuestas. Como se decía en 1890, en las pocas ciudades argentinas que se conmemoró por primera vez el primero de mayo: ¡Viva la lucha de los trabajadores!